Es curioso que lo que se idealiza permanece por siempre en nosotros, pero qué parte hay de fantasía y cuál de realidad, hermosa quimera que elucubra en nuestra psique sin piedad, búsqueda incansable, que agota los sentidos sin llegar a saborear el instante. Son sueños que jamás caerán en el olvido, pero si un átomo de realidad los roza perecen sin remedio.
Ilusiones ausentes, que un día irradiaron grandeza, adónde se fueron. Quizá retornen con fuerza cuando el subconsciente las aliente. Tal vez, por ello, Mario Benedetti inmortalizó esta bella frase: “Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”. Esa sensación extraña, que dormita en el ambiente, viene a recordar la fragilidad del momento.
Es una osadía ingrata la de aquellos que sucumben ante el pasado, pero una fuerza inmune levanta vuelos de nuevos despertares y marchita la nostalgia que viene a instalarse. Todo dependerá de lo que nosotros mismos escojamos, somos los artífices, por eso, tras una pausa, retomaremos el camino, unas veces escarpado y estrecho, otras, con aromas de azahar. Ya no importará lo desconocido, habremos aprendido a lidiar en otros campos de batalla. Tampoco importará lo que quede por andar, será nuestra fuerza la que nos guíe: “Cuando las almas se tienen que encontrar, el destino acerca los mundos, borra la distancia, une los caminos y desafía lo imposible”. (Anónimo). O, como dijo Paulo Coelho: “Los encuentros más importantes han sido planeados por las almas antes, incluso, de que los cuerpos se hayan visto”.
El proceso está en marcha. Qué habría sido de la humanidad sin los grandes amores que nos inspiraron. Ellos, en todas las épocas, han estimulado el pensamiento y la creatividad. El dolor que supone la pérdida es un generador de savia. Encuentros y pérdidas marcan nuestras vidas. Nadie está incólume por mucho que lo estén algunas obras de la civilización azteca: algunos códices han llegado hasta nuestros días como el “Códice Borbónico”.
Podría mencionar muchos ejemplos en los que la angustia suscitó obras magistrales para la posteridad. Así, Boudelaire nos deleitó con poemas dedicados a Sarah “Louchette”, prostituta que le contagió la sífilis, o sus relaciones con la hermosa mulata Jeanne Duval, que escandalizaron a todo París. Goethe, a su vez, escribió su novela psicológica “Las afinidades electivas”, inspirada por su amor a Minna Herzlieb, con trágico final, probablemente por sucumbir ante un matrimonio yermo, como un terreno empobrecido.
Qué cruel sollozo recorrería todas esas vidas colmadas, luego, de laureles cuando ya habitaban en otros lares y lo terrenal pasó a un segundo plano. Vuestra inmortalidad permanece, aunque ya poco os importe, pues la dicha que anhelabais al fin encontrasteis.